Después de lluvias, cancelaciones y una gripa de horror que me tiró varios días, por fin estoy de regreso para contarles que logré realizar uno de mis sueños: ir al US Open y ver a Roger Federer. Y no saben la odisea que fue lograrlo.
Desde hace 3 meses compramos nuestros boletos para poder ir a ver los cuartos de final. No sabíamos a quién íbamos a ver, pero le apostamos a que los dos cuartos de la noche iban a ser los buenos y yo rogaba por ver a Federer. El martes anunciaron que el miércoles en la noche jugaba Federer y todo parecía indicar que el jueves en la noche iban Nadal y Roddick, yo no podía de la emoción. Pero sorpresa, como ya es costumbre en la segunda semana del abierto, el miércoles llovió sin parar y cancelaron todos los juegos. Nuestros boletos… se perdían, nos los cambiaban para el año entrante.
La buena noticia fue que el jueves pusieron el partido de Federer. Llegar al Billie Jean King National Tennis Center fue impactante. El lugar es enorme, lleno de gente, de ambiente, de tiendas, de emoción y adrenalina. Después de comprar mi playerita para apoyar a Roger, encabecé la fila para entrar al Arthur Ashe. No es un estadio tan grande (se ve más grande en la tele) y más bien es un estadio bien hecho, desde todos lados se ve perfecto. Y por fin, después de una hora y media de rain delay, pudimos ver el partido. Ver a Federer es una verdadera gozadera. Sus movimientos son perfectos, sincronizados, sin esfuerzo y su técnica, fuerza y precisión no fallan. Te hace creer que jugar tennis es la cosa más fácil del mundo. Tsonga no le dio mucha pelea y ganó en tres sets.
Afortunadamente, ese día anunciaron que los dos cuartos de final pendientes de hombres se pasaban para el viernes en la mañana, y los boletos del miércoles se harían validos. Así que el viernes después de una desmañanada, un malentendido con los boletos y varios viajes en metro de 1 hora cada uno de ida y vuelta; regresamos a las 12 a ver a Murray vs. Isner y Nadal vs. Roddick. La mañana estuvo espectacular. Hizo un calor de los mil demonios y yo tenía una gripa y una tos de aquellas. Juraba que los jugadores, o por lo menos la gente a mi alrededor me iban a caer a golpes por no callarme, pero sobreviví viendo unos partidos increíbles. Es impresionante ver el apoyo que le dan a los americanos en sus estadios. Todos están con ellos y celebran cada punto como si hubieran ganado la final. En cambio yo, apoyaba a los contrarios, a Murray y a Nadal, los dos ganaron. Ver jugar a Nadal es todo un espectáculo. Su fuerza, agilidad, velocidad y energía te contagia. No sé por qué pero se siente como si le pegara con mucha más fuerza que todos los demás tenistas.
Y por supuesto, como en todos los estadios, no podía faltar mi cámara spoteando gente en el estadio. Vimos a Uncle Tony y la familia maja de Nadal, a la guapísima esposa actriz de Roddick, a Michelle Obama y a Mathew Perry, mejor conocido como Chandler Bing.
Al final, lo único que les puedo decir es que dejando a un lado todas las odiseas, me encantaría regresar todos los años al US Open. Es y seguirá siendo mi torneo favorito de tennis y aunque Federer ya haya perdido, es y seguirá siendo el mejor tensita de todos los tiempos. Roger that!
@anamaribarquin